por María José Cantalapiedra
| | | "Volvías a Barakaldo. Moreno, lleno de cardenales y postillas, tras un verano de libertad. Ennegrecidos regresábamos, pecosos, elásticos y huesudos"
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Esta columna va dedicada a todos los barakaldeses que vivieron su infancia en las décadas de los sesenta, de los setenta, de los ochenta. Esos niños y niñas que iban a pasar los veranos a casa de sus abuelos, en pueblos desperdigados por toda la geografía española. Montados en un Simca 900, sin cinturón de seguridad en los asientos traseros, colgados en estilo minimalista o maximalista en los delanteros. El padre llevaba pantalón de pinzas y la madre el pelo corto moldeado tras una noche de rulos. Nadie apuesta ya por las noches de rulos.
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